Es la segunda película sobre gays que veo de mi propio país, y me dejó anonadado en el peor de los sentidos posibles.
Tengo perfectamente en claro que la vida no es color de rosa, vivo cerca de Caracas y la inseguridad, falta de comida, agua y medicamentos nos afecta a todos. Pero, muy a pesar de reconocer esto, me parece que la mayoría de las películas sobre nosotros (hechas en cualquier país) tienden a hacerse con propósitos claramente conservadores y aleccionadores, como intentando acrecentar la culpa que ya la religión se encargó de imponer.
Y es que no puede ser de otra manera, porque esa vasta cantidad de filmes sobre nosotros con finales trágicos, claramente deben afectarnos en algo. Nos predisponen y nos desensibilizan incluso entre nosotros. He visto tantas historias de este tipo que incluso se me hace difícil creer que realmente podamos amar… Hasta ese extremo de incredulidad he llegado. Pareciera que sólo nos guía el sexo como animales en celo, y que sólo sabemos pajearnos o follar con gente de la que no queremos saber nada luego de «acabar».
¿Qué coño nos está pasando?
«Desde allá» muestra algo que generalmente no se toca: relaciones entre ancianos y jóvenes. Desde un principio no me gustó, a decir verdad. Creía que el viejo era un tonto masoquista y el chico un mero malandro. Resultó no ser tan simple, pero no por ello mejor. Francamente no entiendo cómo puede ser que justamente esta clase de historias sobre gays sean las que ganen más premios. Debe ser que a los críticos les encanta ver el sufrimiento ficticio ajeno y cómo esto puede mantener a raya a quienes sí somos reales, pero nos identificamos en mayor o menor medida con aquello que vemos en una pantalla.
Ni «Desde allá» ni «Azul y no tan rosa» (2012) valen algo. Fueron hechas sólo para torturarnos.